Mi habitación es un desastre, eso no es ningún secreto. Y cada vez que quiero buscar algo me vuelvo loco revolviendo cosas y encima llego tarde a los sitios porque me entran las prisas a última hora. Y con la ropa en el armario me pasa ¾ de lo mismo, nunca encuentro la camiseta que estoy buscando, llega mi madre y la encuentra a la primera.
En el libro “¿Porqué los hombre no escuchan y las mujeres no entienden los mapas?”, aparece esta explicación: “David busca la mantequilla en la nevera y no la encuentra y le echa la bronca a su mujer por haberla escondido. Jan se levanta cansada de discutir, va a la cocina, alarga el brazo hasta la nevera y, por arte de magia, saca la barra de mantequilla. Muchos hombres inexpertos creen que se trata de un truco y acusan a sus mujeres de esconderles las cosas en los cajones y los armarios. Los calcetines, los zapatos, los calzoncillos, la mermelada, la mantequilla, las llaves del coche, la cartera... todo está en casa, pero ellos son incapaces de verlo. Las mujeres no tienen ningún problema porque, con su amplio ángulo de visión, de un vistazo perciben todos los alimentos de la nevera o los objetos de un cajón sin tener que mover la cabeza. Los hombres tienen que mover la cabeza de arriba abajo y de lado a lado, concentrándose en la búsqueda de los objetos “desaparecidos”.”
Y un día se me ocurrió que lo mejor para encontrar las cosas sería montar un buscador en mi cuarto. Mi gúguel particular. Le dices lo que estás buscando y el te lo encuentra.
Lo pones en la puerta de cada habitación y le dices “¡Vamos, gúguel!, ¡Búscame las zapatillas!, ¡Vamos bonito!”. Y en la pantalla aparece: “La zapatilla derecha está debajo de la mochila y la zapatilla izquierda debajo del montón de ropa sucia”.
Sería la solución a muchos problemas y a muchas discusiones familiares. Creo que lo voy a patentar.
Hoy estoy: Pillado
